Pero la realidad es otra. A veces
los matrimonios se separan, los amigos se olvidan y hasta los hijos o hermanos se mueren. Y entonces lo único que
queda “para siempre” es el dolor, resentimiento o culpa. Es como la cara oscura
del amor o la atadura emocional a personas que ya no están. Como una especie de
estafa de la vida misma por no cumplir la promesa de la eternidad.
Pero no hay estafa. La promesa la
inventamos nosotros mismos para tratar de hacer durar algo que era muy bueno. A
veces las parejas evolucionan y aprenden juntas hasta el final de sus días. Y
en otros casos viven juntos una etapa en la que necesitan aprender y disfrutar
junto con el otro y luego esa necesidad desaparece o cambia. Y algo similar pasa con los amigos.
Las personas muchas veces somos “compañeros de
ruta” de otros. Los acompañamos y nos acompañan una parte del camino y luego
los caminos se separan. No significa que haya una estafa de por medio ni que uno
u otro sean malos. Para ambos más adelante aparecerán nuevos “compañeros de
ruta” y quizás incluso los caminos vuelvan a toparse.
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