En la
religión católica o cristiana, cuando la gente se casa, promete ante Dios, la
Iglesia, su familia, amigos y hasta conocidos que amará, cuidará, respetará y
será fiel a otra persona hasta que la muerte los separe. Es quizás la promesa más
grande que formulan algunas personas en su vida y sin duda la más pública. Ante
tales declaraciones, a los novios se les concede el matrimonio.
Hasta ahí,
me parece perfecto. Pero, ¿qué hay antes? Porque para aprender a amar,
respetar, cuidar y ser fiel para siempre a otro, es necesario primero haber
aprendido a amarse, cuidarse, respetarse y ser fiel a uno mismo en todas las
circunstancias, algo que generalmente no pasa. Los más dogmáticos podrán
argumentar que todo cristiano al momento del matrimonio aprendió a mantener esa
promesa ante Dios: ser fiel a Dios, amarlo, respetarlo y cuidar su relación con
él, pero todos sabemos que no es así (si no, no existiría el sacramento de la
confesión) y seguramente nadie se tomaría tan a la ligera que uno de los cónyuges
deje de amar al otro o simplemente le sea infiel por el resto de sus vidas.
¿Entonces?
Creo que como sociedad no hay establecido un aprendizaje consistente de amor
propio. Se enseñan y refuerzan miles de cosas, menos cómo ser fiel a uno mismo.
Y así, es difícil poder ser fiel a alguien más.
2 comentarios:
Notables y acertados comentarios, Lore. Te escribe quien hizo una extraviada y extensa excursión hasta encontrarte, en Gmail, luego en Twitter, y ahora aquí.
Te envío un enorme abrazo. Espero que podamos reencontrarnos algún día.
Ismael
Ismael!
No había visto este comentario :) qué es de tu vida?? qué haces??
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