sábado, 8 de mayo de 2010

La última elección (cuento fantástico)



Supe, cuando lo vi, que ese hombre sería mi asesino.

Con un escalofrío observé su espalda arqueada, sus botas macizas y su pelo mugriento. Sus manos toscas pronosticaban una muerte brutal. Su mirada torva recordaba los efectos de la embriaguez y su chaqueta hedía a podredumbre.

Y su lengua, ávida de sangre, luchaba por apresar una gota de placer que escapaba por sus labios partidos.

Se acercó.

Las hojas gimieron bajo sus pasos y el viento aulló al colarse entre los árboles, entonando un himno mortuorio por mí.

Me paralicé. Como una estatua de hielo que espera la condena del sol. Hasta desaparecer.

El hombre me vio. Hizo un ruido extraño y me mostró unos dientes amarillos y parchados.

Sentí cada vértebra de mi ser cuando él rompió el hechizo de miedo a palos. El dolor era tan insoportable que hasta le grité desesperada que se detuviera, pero sabía que no podría entenderme.

Sentí sangre, sangre por todas partes y un calor profundo…

No supe cuánto tiempo pasó. Para cuando pude ver nuevamente, ya no sabía en dónde estaba mi cuerpo. Quería lamerme, pero no encontraba mi lengua, ni mis patas, ni siquiera mi corazón.

Sólo podía ver que él había prendido una fogata en el bosque.

El hombre no había cambiado, pero el mundo sí. Yo ahora podía mirarlo a partir de diferentes ángulos y con distintos ojos, como una mosca. Desde la hoja de un árbol, o una roca, hasta la punta de su bota. Podía verle la cabellera sucia y las arrugas del pantalón. Y al mismo tiempo podía observarlo desde la fogata.

Ahora él me sonreía y se sobaba las manos.

¡Qué raro era mirarlo desde tan cerca del fuego y no sentir que me quemaba!

El viento ya había olvidado su luto y permanecía silencioso. Quizás se había percatado de que yo seguía allí.

De pronto, el hombre me acercó a sus colmillos marchitos.

Tenía un aliento pútrido, pero no me importó. Pude ver el interior de su boca sin sentir el peso de sus muelas y me concentré en esta nueva experiencia al bajar a las profundidades de sus entrañas.

Visto desde allí, el mundo no era tan hermoso.

En medio de esa humedad oscura y estrecha sentí que me empezaba a fundir con sus propias células, con sus propios latidos. Con su odio y prepotencia.

¡Yo no quería convertirme en ese cazador tan cruel!

Así que - haciendo un esfuerzo supremo- me suicidé en cada trozo que ingresó a su cuerpo.

Lorena Machuca W.


Lorena Machuca W.




(¡No al maltrato animal! ¡No a la crueldad innecesaria! Click aquí para acceder al video de chinos maltratando animales en granjas peleteras (fuerte)).

5 comentarios:

Vía Morouzos dijo...

Me has tensionado todos los músculos del cuerpo!! Sigue escribiendo Lorena!! Me encanta leerte!! Un abrazo enoormmeee!!

Clo

Astrid dijo...

Mitch! En Facebook caché tu blog Lore. Me gustó tu cuento :D
Me dieron escalofríos jajaja
Besos,
Astrid

Lorena Machuca W. dijo...

Muchas gracias CLO!
Astridcilla, sipo, hace tieeempo. Lo hice pa la U, pero ahora está reviviendo :D
bsitos!!

Tita la mas bonita dijo...

Pues la verdad no sé, si me quede en la prudencia, propia del miedo natural, o alcance la valentía de vencer el miedo por recorrer a prisa tus líneas!! Muy chévere tu cuento!

Lorena Machuca W. dijo...

Gracias Tita!
La verdad a'un est'a en proceso, faltan afinar algunos detalles... pronto visitar'e tu blog, bsos!

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